2 Déjame que te cuente

VERSIÓN NARRATIVA DEL PROYECTO EDUCATIVO NACIONAL: HISTORIAS DEL SENTIDO COMÚN

setiembre 19, 2006

Sólo pedía resúmenes del autor

Foto cortesía Quilla

Han pasado cinco años desde que Ana María egresó de la universidad y hasta ahora no tiene intención de preparar su tesis de licenciatura. Lo mismo puede decirse de treinta universitarios que terminaron con ella la carrera, y que hasta ahora no se asoman por la secretaría académica a entregar sus propuestas de investigación.
Algunos se desempeñan en campos laborales que no tienen que ver con su profesión, subempleados en un entorno que no motiva a continuar con el desarrollo académico o investigativo. La mitad de los que egresaron con Ana María trabajan en miles de cosas y sólo unos pocos ejercen en realidad como economistas y siguen un postgrado. Los demás compañeros y compañeras se casaron, se fueron del país o se dedicaron a estudiar para otra ocupación.

El decano de la facultad está decidido a poner plazos para que los ex alumnos se sientan presionados a hacer propuestas porque de otra manera seguirían pasando los años. Pero Ana María dice que no tiene tiempo para detenerse a investigar. Además, se justifica recordando que durante los cinco años de estudio de pregrado muy pocas veces los docentes propusieron indagar de verdad. Siempre les pedían monografías, que en sustancia eran resúmenes comparativos en torno a un tema, teoría o autor. “Estamos esperando a que el siguiente decano que entre firme una resolución que cree un curso de especialización, que dé la licenciatura con hacer un trabajo grupal, nomás, porque no tenemos tiempo ni herramientas para realizar un estudio de tal dimensión”, señala.

En la universidad es común sólo estudiar para los exámenes parciales y finales, y salvar los créditos de cada curso. Lo que importa es acabar y que te den el título, pensaba la mayoría. Pero ya ni siquiera tener un diploma de doctorado parecía importante en el mercado de los economistas.

Ana María trabaja doce horas al día como consultora en una empresa textil e insiste que no tiene tiempo para hacer la tesis, porque eso significaría descuidar a su hijo de tres años, con quien comparte los fines de semana, y gastar esfuerzos tal vez en un análisis que quedaría olvidado en algún sucio estante de la biblioteca no estaba en sus planes. No vale la pena.

Ana María y el Proyecto Educativo Nacional